Jugar también educa: beneficios de los juguetes articulados por edades

En Twister creemos que jugar no es solo pasarlo bien (que también), sino una forma maravillosa de aprender sin darse cuenta. Cuando un niño mueve las alas de un dragón, gira la cabeza de un animalito o monta su propia casita, está entrenando mucho más que la imaginación.

Por eso diseñamos juguetes articulados que acompañan cada etapa del crecimiento. Hechos con materiales reciclados, llenos de color y pensados para que cada “clic” sea una chispa de aprendizaje.

Peques (3–6 años): explorar con las manos

En esta etapa, lo importante es tocar, girar, apretar y mover. Los juguetes articulados ayudan a desarrollar la motricidad fina, es decir, la coordinación de dedos y manos.

Un pececito que abre la boca o una jirafa que gira el cuello no solo son divertidos: son entrenadores secretos de habilidades básicas como agarrar un lápiz o abrocharse una chaqueta más adelante.

Infancia (7–11 años): imaginar mundos propios

Aquí la creatividad explota. Los niños ya no solo juegan, ¡crean historias! Y nuestros juguetes articulados les permiten inventar mundos fantásticos con movimiento real: dragones que vuelan, esqueletos de animales prehistóricos que se enfrentan en duelos épicos, o escenarios en miniatura donde todo es posible.

Además, manipular piezas móviles potencia la paciencia, la lógica y la capacidad para resolver problemas mientras se divierten.

Pre-adolescentes y adolescentes: jugar también es expresarse

Aunque muchos ya no lo llamen “jugar”, lo siguen haciendo (y lo necesitan). En esta etapa, nuestros juguetes se vuelven aliados de la expresión personal: desde colecciones más detalladas hasta piezas que ellos mismos pueden montar, pintar o modificar.

Exploran la estética, desarrollan la destreza manual y, por qué no decirlo, se reconectan con ese lado creativo que nunca deberían perder.

Jugar en familia también suma

Además, muchos de nuestros juguetes están pensados para compartir. Montar una casita con mamá, personalizar una figura con papá o jugar con un hermanito pequeño. Son momentos que refuerzan vínculos y que, aunque no se ven en una pantalla, se quedan en la memoria para siempre.

Así que sí, jugar educa. Y en Twister lo hace con alas, ruedas, patas articuladas y toneladas de imaginación reciclada. ¿Te animas a crecer jugando con nosotros?

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